Deseos de Victoria
Cuando Filipo II de Macedonia cruzaba la puerta de su dormitorio cada mañana, un esclavo le susurraba al oído: «levántate, rey, y piensa que no eres más que un miserable mortal». Así, mañana tras mañana, para que no se le olvidara. Y es que lassensaciones asociadas a quien está acostumbrado a la victoria han de borrarse rápido, para que desaparezcala soberbia yactitudes y comportamientos semejantes. La incertidumbre,antes como ahora, no permite a nadie, tampoco a un directivo, recrearse ni vivir tiempo en ella, por mucho que repita éxito tras éxito.
En ocasiones la victoria es un concepto de conciencia, distinto al de sus orígenes bélicos, donde se refiere al éxito alcanzado en el combate. Victoria es una palabra donde no cabe la aversión al riesgo, donde se respira dedicación, disciplina y confianza en uno mismo y en quien te rodea. Hablar de victoria refleja un momento en la vida individual o colectiva, y no siempre significa lo mismo para aquellos que lo viven, pero su definición viene a ser un deseo cumplido, hecho realidad. El mundo de los deseos se ha apoderado desde el inicio del hombre, en ocasiones como una bestia,pero nos hace crecer y aspirar a más.
En el éxito no sirven las copias, por lo que una forma de conquista viene a raíz de romper los modelos. Y, si fijándonos en nuestros ídolos sólo conocemos y desarrollamos sus talentos, y noreconocemos y desarrollamos los nuestros, estamos ante un grave problema. Eso sí, podemos vivir sensaciones y emociones a través de la experiencia de estas personas. Ahí nos vemos, por ejemplo, sintiendo la alegría de quien marca el gol, la satisfacción de quien hace un buen negocio…, pero sin confundir la frontera de lo real y lo imaginario.
Quien ansía el éxito cuenta con ambición propia. El punto de partida de cualquier triunfo es la ambición realista, ya que muchas expectativas acaban en más decepciones que alegrías, de la misma forma que el mirar constantemente hacia atrás.Es imposible estar desilusionado si no haces constantes suposiciones sobre lo que debería o no haber pasado.Ser capaz de soñar atrae al éxito, y cuando te abres a la posibilidad del deseo, no necesariamente esperando algo de regreso, pueden pasar cosas extraordinarias. El éxito total radica más en no hacer nunca nada por necesidad que en la conquista de laureles.
Sentimos aversión por el fracaso del mismo modo que sentimos envidia malsana por quién triunfa. Desde pequeños nos han orientado al triunfo.Aturdidos por esas enseñanzas, nos dejamos lastrar y estigmatizar por el fracaso, y esto nos perjudica en nuestra capacidad de observación y reacción, además de afectarnos en nuestro bienestar personal, familiar, social.No obstante, convivir con el fracaso es necesario e imposible de apartar. Tanto éxitos como fracasos forman parte de la vida y de ese aprendizaje que no nos abandona. En este sentido, Albert Hubbard decía: “un fracaso es un hombre que ha cometido un error pero que no es capaz de convertirlo en experiencia”. Bajo este prisma, la hemorragia de las derrotas sí cicatriza sin secuelas, y es que, ante el fracaso sólo resta saber levantarse con elegancia.
Cuando realizo un proceso de selección siempre pido a mis candidatos que me expliquen un fracaso y, sorprendentemente, hay quien afirma que nunca ha fracasado o que nunca le ha salido nada mal. ¡¡Dios mío!! ¿Quién demonios contrata a alguien que no ha tenido algún fracaso o ha metido la pataen alguna de sus decisiones o acciones? La victoria, nuevamente, como concepto de conciencia. El éxito ha de ser honrado.
Cualquier victoria implica soñar, cierto, y hacer soñar a los que te rodean. Como seres sociales no podemos dejar de compartir nuestros triunfos dentro de la discreción, e incluso de exhibirnos en cierto modo.No obstante, ser social no es arrastrar la imagen de lo que los demás proyectan en ti. De igual modo podemos alcanzar todas las victorias del mundo y sentirnos sucios si hemos obrado mal, aunque jamás expliquemos el qué, pues la conciencia nos sigue persiguiendo, al menos en tanto tecnológicamente no se consiga apagar. Esto sí, tener la conciencia tranquila ya es en sí una gran victoria; en ocasiones aun habiendo perdido, has ganado.
En definitiva, ¡nos encanta la victoria! Pero, ¿cuántas personas necesitan que cada mañana les digan que no son más que un miserable mortal? Quizás sale más a cuenta tener un buen amigo que te lo recuerde de vez en cuando.
Publicado en Indicador de economía_mayo 2015