Urraca I de León
El tratamiento que el tiempo hace de los personajes históricos es azaroso, no cabe duda, y sobre la utilización partidista existen tantos ejemplos que no merece la pena dedicarle espacio. Urraca I emerge como una especie de figura maldita, una mujer ambiciosa, temeraria, con moralidad entredicha, entre otras lindezas que los hombres la dedicaron. En todo caso, es un personaje insólito y al que merece la pena prestar atención. Sin que este escrito tenga parejo ningún ejercicio vindicativo, lo cierto es que se trata de la primera reina privativa de la Europa medieval. Ser la primera persona en “algo” (y mujer) ya es suficientemente importante, y a decir verdad casi que podría renacer en estos años y no despintar. Inteligente, independiente y de carácter fuerte ejerció el poder durante casi 27 años de su vida. Como curiosidad, murió el 8 de marzo de 1126 (44 años), que como sabemos es el Día Internacional de la Mujer, tras ser institucionalizado por decisión de las Naciones Unidas en 1975. Bonita coincidencia, ¿verdad?
Dijo Hedy Lamar: “Ofrece al mundo lo mejor que tienes y te partirán los dientes. Ofrécele al mundo lo mejor que tengas de todas formas”, una frase que encierra ciertos encantos imaginarios y metáforas suculentas, pero en el caso de Urraca I es literal, la partieron los dientes en Santiago de Compostela. Cuando en 1117 entra sin su ejército en la ciudad para negociar una tregua con el obispo Diego Gelmírez y el conde de Traba, la población se amotinó y en esa revuelta la reina, en un acto de dignidad y nobleza, tuvo las agallas de salir a apaciguar y escuchar al pueblo, siendo rodeada por la turba, insultada, golpeada, arrancada la ropa a girones, tirada a un barrizal y apedreada. Ahí perdió más de un diente. Por su parte, el obispo robó una capa a un vagabundo para camuflarse y huir a través de los tejados, dejando allí a la reina a merced de la fuerza de un pueblo amotinado y sin dirección, al que previamente él había azuzado. Tras lograr salir como pudo, Urraca sitió la ciudad hasta su rendición, sometiéndola posteriormente a una fuerte represión. Por un juego político y de equilibrios nunca vio oportunidad en tomar la venganza sobre aquel obispo y aquellos nobles, lo que indica una visión global profunda de las situaciones que para nada ha de ser tomada como una debilidad. El ejercicio del poder requiere a veces de estos malabarismos. También de intuición y autocontrol.
Las corporaciones intentan tomarse su tiempo (deberían) para preparar a quien las gobierne, pero a veces suceden imprevistos que hacen que los caminos giren en otro rumbo. También familias empresarias se han visto avocadas a este dilema, como por ejemplo los Agnelli cuando Giovanni Alberto muere a los 33 años. Si el abanico de posibilidades es amplio las guerras sucesorias pueden no darse tregua y despistar de los verdaderos objetivos colectivos, arruinando y desmenuzando imperios y empresas. En el caso de Urraca, una carambola sucesoria hizo que alguien que no estaba llamado para reinar lo hiciese. Los solucionólogos de cada momento se enfrentan entre ellos, y eligen y valoran alternativas, se posicionan en facciones e intentan sus sueños. Imaginemos por un momento una sociedad de hombres como aquella, ¿cómo iba una mujer sola a reinar?, jamás en la vida se había visto cosa igual; pero tampoco había alternativas. Así es como se decide casarla con Alfonso I de Aragón (el Batallador). Sabemos que el devenir de los acontecimientos suele ser caprichoso, y que aquello no funcionó, pero a alguien se le ocurrió ver en el matrimonio entre Urraca y Alfonso al descendiente que uniría todos los reinos cristianos en uno solo frente al invasor musulmán. Y si se ve, hay que tener el valor de intentar modificar el futuro, de desafiar al destino si es necesario; aunque este caso demuestre que ese tiempo pertenecería a Fernando e Isabel (católicos), sin visionarios el mundo no avanza.
Si bien este matrimonio parecía dar tranquilidad a los reinos y enfocarse en el enemigo externo, los distintos conflictos con su marido Alfonso I, con su hermanastra Teresa de Portugal y su esposo Enrique de Borgoña (su hijo sería el primer rey de Portugal), con su propio hijo (o mejor dicho, con sus valedores), y con otros, fue un continuo guerrear y pactar, y tejer y romper acuerdos y negociar de nuevo, donde Urraca pone en juego sus competencias de liderazgo más que válidas, una firmeza calculada, una visión profunda, el juego de cintura y determinación, etc. Solía repetir, “yo soy el rey”, no creo para creérselo sino para reforzar su autoridad, como haría cualquier rey, no como si por ser mujer hubiera de decirlo continuamente. La clave no es lo que hizo como líder sino cómo construyó ese liderazgo, y ella supo urdir muy bien. Tampoco olvidó preparar su sucesión, otra clave del liderazgo, a la siguiente generación, y ahí está el futuro emperador Alfonso VII. En todo caso, todas esas luchas internas por el poder y el territorio desgastan, desenfocan, … y hay que ponerlas fin de alguna manera.
En su vida Urraca no sólo sufriría la vejación descrita a manos de sus súbditos en Santiago, también a manos de su segundo marido, pero demostraría una fuerza y un arrojo indomable. Ella misma describiría, a toro pasado: Me vi forzada a seguir la disposición y arbitrio de los grandes, casándome con el cruento, fantástico y tirano rey de Aragón. El cual, no sólo me deshonraba con torpes palabras sino que muchas veces mi rostro fue manchado por sus sucias manos y golpeado por su pie. Tras muchas traiciones, amores, guerras, reconciliaciones, pasiones, batallas, engaños, el matrimonio lo anula el papa Pascual II, por lazos de consanguineidad. A partir de ahí decidió reinar en solitario (sin rey consorte), pesando menos el peligro y la amenaza que la oportunidad.
El aprendizaje de gobernar y liderar es un ejercicio que se coge mayormente con la práctica y si cuentas con buenos consejeros a tu alrededor, eso que ganas. Quien está arriba precisa de aprender y adaptarse a una velocidad mayor de lo que avanzan los tiempos. Urraca aprovecharía sus dos matrimonios como momentos para aprender con rapidez los entresijos del poder. Su entrenamiento con su primer marido, Raimundo de Borgoña, en el condado de Galicia, y con Alfonso I durante esos años difíciles, de los que extraería lecciones, le serviría para afrontar esa nueva etapa. Me pregunto si ¿aportaría su feminidad a esa cultura masculina dominante? Todos lideramos en una cultura y una tradición que nos condiciona, pero aportamos nuestra configuración personal. Era una mujer lista y de vivencias, apuesto que cogería lo mejor de cada género y de cada persona, y no se estaría preguntando esto (no era debate de la época, claro) sino cómo conjugar. Supo levantarse tras los fracasos, defender lo suyo en un respeto a sí misma y a su posición, sin buscar la aprobación constante de nadie.
¿Escandalizaría Urraca a las gentes de su tiempo? La novedad de reinar una mujer, libre de ataduras, y con una firme voluntad de conservar lo que era suyo (“yo soy el rey”) no se había visto. Incluso su vida privada la gobernó a su antojo. No sólo reinó como un hombre, sino que tuvo amantes como cualquier otro rey, entre los que cabe destacar al conde González de Lara, de quien tuvo dos hijos, aunque al decir de algún historiador, “sus amoríos e hijos ilegítimos quedan en una nebulosa histórica, ya que las crónicas obviaron a menudo los datos de esta historia no oficial de la reina” ¿Esto nos sugiere que no hay que publicar ni ser transparentes en todo, que la vida íntima a lo mejor ha de guiarse por otros conductos? No pienso ahora en Clinton u algún magnate arruinado por sus vidas amorosas, sexuales, … pienso en si ¿tiene realmente significación determinadas actividades privadas en tu labor de/como líder?, ¿quién puede decidir/valorar eso?
Vivir en la vecindad con el saqueo, la violencia, la tortura, las intrigas, …. es una fatiga infringida que la dio el ejercicio del deber. No cabe duda. Pero el poder es más sugestivo e influyente, y puede modificar todo eso. La personalidad de la reina doña Urraca ya está sometida desde hace algún tiempo a una profunda revisión historiográfica. En todo caso, su habilidad y la determinación demostrada está lejos de los tópicos de debilidad y dependencia del hombre. Logró colocar a la mujer en pie de igualdad, no solo participar sino dirigir, luego habrá más mujeres al frente del destino de un pueblo o de una empresa, pero ella en el medievo fue la primera.
Publicado en Indicador de economía_febrero 2019