Mario Vargas Llosa
«Por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota». Así se pronunciaba la Academia sueca en la concesión del Nobel de Literatura de este año a Mario Vargas Llosa. Indirectamente una gran noticia para la lengua que hablamos tantos millones. No es casualidad tal reconocimiento a un escritor de esta talla. Este tipo de personas, además, son de las que jamás piensan en una jubilación, disfrutan en esa rutina de un trabajo regular y exigente en la perfección, no sucumben al conformismo, navegan en la heterodoxia y la herejía.
Si bien Mario no es uno de mis escritores favoritos de esa ingente generación conocida como el Boom Latinoamericano, es cierto que me seducen determinadas obras de él, y espero hacerme de su último libro: El sueño del celta.
Instintivamente a la noticia he cogido diversas obras suyas, y me he puesto a releer La Fiesta del Chivo (2000), genialmente escrita, una maravilla literaria que sabe entrelazar la ficción (hay quien cree que la familia Cabral y la misma Urania existen) y la realidad, con una resolución técnica de tejedor que nos hace viajar en el tiempo sin perder en absoluto el hilo argumental, rica en descripciones y matices insospechados, y con una profundidad en los entresijos del poder difícilmente igualables. Ese otro gran escritor, Gabriel García Márquez (Gabo), por entonces ya enemistado con Mario (lo que no sabemos aún, y casi seguro que nunca, es el motivo del puñetazo que propino Vargas a Gabo y la posterior ruptura entre ambos), dijo al acabar de leer esta obra: “dios mío, esto no se le hace a un viejo como yo”. Y es que los talentosos, en el fondo, se reconocen entre sí.
Se cuenta sobre La ciudad y los perros (1962), su primera novela (originariamente titulada por el autor como La morada del héroe) que, si bien los “analistas literarios” habían descartado su publicación, haciendo caso omiso a dichos informes negativos Carlos Barral viaja personalmente a Paris, donde daba clases el autor en esos momentos, para cerrar un acuerdo y que ninguna otra editorial se le adelantase. Qué gran olfato por parte del Sr. Barrall, y qué ejemplo tan bueno en cómo un empresario sabe despreciar en un momento determinado cualquier informe y estudio y colocar la intuición por delante. En la industria, no solo literaria, hay muchos ejemplos.
Alguien tenía que convencer a ese tipo que dejara un poco de lado su vida “aburguesada”, y que se arriesgara a explotar el talento que llevaba dentro. Ahí aparece la figura de una gran agente editorial, Carmen Balcells, quien convence a Vargas Llosa y mantiene en una primera etapa barcelonesa al escritor.
Ya tenemos algunos ingredientes de este negocio, el capital y el talento de la mano (o casi por encima el talento) y alguien que engrasa esa cadena (la agente) para darle mayor valor, que irá obsequiando frutos hasta esta concesión del Nobel.
Otro caso interesante a contemplar es el de Gabo, el otro Nobel que paso por la Barcelona grandiosa de los 70 y cuya obra Cien años de soledad (1967), fue rechazada sistemáticamente por multitud de editoriales por considerarla algo así como un bodrio. Como vemos la destreza de los “analistas” no siempre es destreza. Él tenía en su mente una obra genial y creía que la podría escribir en seis meses; sin duda insuficiente para tanta complitud. Su mujer iba pidiendo dinero a sus amigos y por las tiendas a crédito para que su marido pudiera acabarla.
Ambos tienen en común a la agente literaria, esa genial entrenadora y motivadora y entusiasta de Carmen.
Los innovadores son así, la creatividad es así, y nace de un talento irreverente con las actuales formas, con una toma de riesgo en los planteamientos, y en el caso de los escritores ni siquiera se piensa en el éxito o la fortuna, quizás en la inmortalidad.
Y una última cita: “La sociedad que valore el orden por encima de todo, no será creativa, pero la creatividad desaparece como en un agujero negro sin el adecuado grado de orden” Lester Thurow (MIT)
¡Enhorabuena Mario!
Publicado en el blog de Casado & López, 19.10.2010