Jugando a palabras I/ ..
¿Estafa o atractivo de las palabras? El buen comunicador juega el malabar de amalgamarlas en conjunción para el arte de alcanzar. Oímos: “te estoy ofreciendo la oportunidad de continuar tu brillante trayectoria profesional fuera de esta empresa..”.. sí, claro, literalmente te están despidiendo, pero la fuerza del discurso elegante no te deja indiferente. Recordemos a George Clooney en Up In The Air cómo hace esto. Que las palabras significan lo que significan dejamos de creérnoslo al poco de abandonar la niñez. Los giros, imaginación, creativización del lenguaje nos acompaña desde entonces, y salvo algunos objetos cotidianos y tocables, el resto significa lo que cada uno quiere y, a más a más, representan una cosa según de quien lo escuchemos, del momento y del entorno. Las palabras fascinan y/o envenenan, esa es una de sus grandezas. Su polisemia y fondo es tan aterciopelado que con su textura construimos el apoderamiento de las mentes para conquistar cuerpos y voluntades, lo que no deja de ser uno de los objetivos empresariales, donde la palabra es un instrumento más.
Comunicar en el mundo de la empresa es desnudar el lenguaje de atributos y adjetivar lo mínimo, es como explicar poco pero lanzar imágenes y representaciones mentales. Cuando Samanta Schweblin dice: «Escribir es entrar en el miedo y salir ileso» no nos deja indiferentes. En sus cuentos Schweblin juega sus bazas y hace al lector cómplice para que retoce y complemente, le hace partícipe de sus textos y se los entrega, le entrega su mundo y el lector lo recrea y traduce a su manera. Sabemos que explicarse en demasía no suele ser positivo ni a las visiones ni a los grandes objetivos, no alista cómplices ni seguidores entre los que te rodean ni entre a los que persigues. A la empresa suele servirle mejor la economía de palabras. El incumplimiento de esta premisa habitualmente rompe el desvelo de los misterios y la atracción, indica no querer ya nada, salvo una extraña y osada necesidad de evadirse, desaparecer, o bien estar inmerso en un giro estratégico radical.
Claridad, sencillez, simplicidad y misterio vienen a ser algunas condiciones indispensables del lenguaje empresarial. Pocos mensajes, concretos, que nos faciliten la vida y no tengamos que pensar mucho. Ahora empezamos a entender el motivo de que la filosofía y la dialéctica se reduzcan de cualquier itinerario formativo, ¿no es cierto? ¿Es el mundo sólo de los sentidos, o de las experiencias? No importa ya tanto la sintaxis como la semántica intuida y el contexto, y son muchos los que juegan a proyectar símbolos y seducen y conquistan. Del devenir así el mundo, ¿cómo inocular emoción en las plantillas? Las palabras son mágicas, moldeables, voladoras, aventuran su rol, y en lugar de “me gustaría me acompañaseis a …”, y explicar ese sitio… oh, no!, quizás mejor: “Estamos yendo hacia un lugar tremendamente emocionante.. sé que disfrutarán mucho si me acompañan …”
Esa ilusión de final abierto donde cada uno saca sus conclusiones y sus metas es más excitante, cuenta con el barniz sugestivo del vértigo. Podríamos definirlo como la creativización de los mensajes inconclusos, que cautivan excitación e impulsivizan. Presentan así una visión de conjunto hace al oyente (nuestro trabajador, cliente o proveedor) caer rendido a la experiencia del placer y de lo inacabado, algo mágico y suyo. Ha de continuar en el juego. En este tipo de discurso no cabe tanto la lógica y razonamiento como la intriga y el conjuro. Otorga más fuerza a la expectativa que a la recompensa en sí. Paul Auster nos dice: “Cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen”, y esta es un arma tremendamente poderosa en el ejercicio de los negocios.
Contar historias inacabadas, y sacar al mismo tiempo dos o tres líneas argumentales a seguir, hace de nuestro auditorio un crisol de actores solistas, y en ocasiones conjunto, si lo deseamos. Así todos se mueven en curvas donde la linealidad carece de sentido, como la vida misma. La esfera es el hábitat natural. Son tan tediosos algunos monólogos que se instrumentan en ciertas charlas semestrales, anuales, donde aparecen esos discursos construidos suaves, altisonantes, pero resbaladizos y sin encanto… ¡He escuchado tantos! La alternativa debe ser construir una narración propia de la organización, seductora, con sus argumentos, épicas, ideas y conjuntos de palabras corporativas. Una apuesta que sirve para afinar la estrategia, alinear voluntades y motivaciones y, en definitiva, para crear un universo verbal favorable a los objetivos de la empresa. El vértigo y lo seductor casi que van de la mano; pero vence un discurso delicuescente frente al de contenido y elegante.
Que las palabras danzan solas y que el mundo no es lineal no lo aprendimos con Gabo en Cien años de soledad, pero sí que nos rindió pistas inolvidables. Nos comunicamos de forma curva en un tiempo circular, en un continuo ciclo abierto de puertas batientes, nada predecible. Son asombrosos los encuentros, las casualidades, el azar. Esto es tanto como saber no leer lo que está escrito pero traducir correctamente las intencionalidades, y el arte de desaprender y readaptarse.
Publicado en Indicador de Economía, agosto 2015