Hedy Lamarr 2/2: Ya era hora

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Hedy Lamarr 2/2: Ya era hora

Se puede decir que 1966 fue un mal año para HL. En la cincuentena, intenta focalizar otra vez su vida en torno a una de sus pasiones, el cine, y acabará en una pesadilla. Tras seis divorcios, con una acentuada adicción tanto por las pastillas como por la cirugía plástica, y los escándalos que la acompañaban por sus hurtos en tiendas, la puntilla la coloca un Warhol insensible tras refocilarse en su The Factory, haciendo de ella un ridículo esperpento utilizando su papel en White Cargo, donde interpretaba a Tondelayo, una hermosa a la par que mezquina nativa de la selva africana. Se trataba ciertamente de un mediocre papel que le había dado Meyer, quien parece ser dividía el mundo femenino en buenas y putas, y esta película venía a ser un tanto guarra en aquella época. Tampoco es que Warhol reconociera el genio que significaba Hedy ni se entretuvo en analizar su vida, todo lo más era hacer leña del árbol y ganar audiencia facilona. El daño ya estaba hecho. Todo ello pondría fin a su carrera cinematográfica. El papel protagonista que iba a interpretar en La muñeca de trapo se lo quitan, y hubo de demandar a la productora. Jamás volvería a las pantallas. Así es como pasa, irremisiblemente, a otro estadio la que fuera considerada la mujer más bella, la que inspirara a Blancanieves o a Catwoman. La invisibilidad para la industria del cine fue total, y el olvido se adueñó de su figura durante años.

En cuanto a su otra pasión, la de inventar, no la abandonaría, y su creatividad y destreza la aplicó en multitud de circunstancias. Pensando en los soldados, en plena guerra mundial, trabaja en un cubito que al disolverse en agua se convierte en coca cola. Esta idea resultó un fracaso, ya que el agua no siempre tiene las mismas propiedades. Se rehízo de su propio revés, tomándolo con humor, y llevó su innovación hacia otros terrenos. Siempre hemos de saber reírnos de nuestros propios fracasos, tolerar la ambigüedad y ser constantes. En la conducta de un investigador subyace un desprendimiento y generosidad difíciles de igualar, así como una fuerte resistencia a la frustración. Creo que cuando las cosas resultan fáciles o sencillas las personas se amodorran, lo que no ayuda mucho, y crea demasiada artificialidad, por lo que la tensión (y hasta algunos fracasos) es beneficiosa para uno mismo y para las organizaciones.

Si bien es cierto no tuvo demasiado ojo al elegir los guiones (rechazó Luz que agoniza y Casablanca, que darían renombre a Ingrid Bergman), sí tuvo ingenio, agudeza, agallas y emprendimiento para producir sus propias películas. “Creo estamos controlados por nosotros mismos, por nuestra forma de pensar y de tratar con los demás. Pero llega un punto en el que no puedes más, y tienes que hacerte escuchar”, dijo HL, lo que revela su pensamiento y osadía para afrontar las situaciones. Es una mujer independiente, desprendida y que arriesga. Para alguien transgresora seguir siempre las normas supone un cierto quebradero de cabeza. Nadie ha dicho que sea perfecto. Vivir la vida de forma independiente cuenta con sus riesgos y el miedo se mete por las costuras de la piel que a veces cuesta despegar. Un emprendedor es así, detesta las ataduras y busca la libertad en su hacer y pensar. Cuando tiene una fijación tira adelante con ella. En 1946 produce su primera película La extraña mujer; luego vendría Pasión que redime -coproducida-. Todo ello le acarrearía más de una demanda por parte de la MGM, además de un quebranto económico. “Soy buena artista y pésima empresaria”, confesaría, y es lo que le pasa a muchos creadores, emprendedores e inventores cuyas características ya sabemos son diferentes a las de un empresario o un inversor. El precio de la libertad creativa la supuso la quiebra (ni el primer ni último caso) y tendría que volver a cauces más comerciales, con Sansón y Dalila, para equilibrar. No obstante, esa espinita se le quedó y volvería a intentarlo produciendo La manzana de la discordia (1954), que no logra siquiera entrar en los canales comerciales.

Con seis matrimonios a cuestas y unos cuantos amantes, dos hijos y uno adoptado (lo cedería a otra familia), nunca dejó de lanzarse al vacío. Su queja fue que “nadie me vio real” refiriéndose a su vida en global, y añadimos esta otra, refiriéndose a los hombres: “nunca sabes si te quieren a ti, o a una fantasía de ti”, como si su belleza hubiera resultado un pecado, y como si sujetarla a toda costa la desangrase lentamente. Lo perfecto a veces no es tan maravilloso como idealizamos. Eso, más el trabajo y los chutes que la mentían hacía que su peregrinaje sentimental pareciera no tener fin, si bien a alguno de sus maridos les aportó su inventiva. A Howard Hugles (“el peor amante que he tenido”) le ayuda a rediseñar las alas del avión. Compra un libro sobre peces y otro sobre aves y rediseña las alas del avión, “combiné el pez más rápido con el pájaro más rápido”, así de fácil, y Howard solo pudo exclamar que era un genio. En su matrimonio con Howard Lee, rico petrolero alcohólico, torna de nuevo a verse como una mujer objeto (como en su primer matrimonio con Fritz Mandl, del que huyó). En un invierno, yendo a Aspen, se da cuenta de las posibilidades con que cuenta aquel sitio y reconstruirá su mundo austriaco en Villa Lamarr. Hace de aquellas pistas de esquí un negocio impresionante, del que poco le repercutirá tras su divorcio (1960), a cuyo juicio manda a una doble suya de Hollywood. El juez la castiga por esta chanza y sale peor parada. Entrará en una crisis nerviosa profunda: “fue como si estuviera muerta”. Pero su resistencia al fracaso, su vitalidad y constancia hace que vuelva a intentar reinventarse. “Cuando las cosas no son fáciles pregúntate por qué, y haz algo al respecto” HL, y es que en el fondo, como decíamos, cuando todo te lo ponen fácil salen pocas cosas dignas. En 1966 iba a filmar la película mencionada pero algunos opinadores y farfulleros, provenientes de un mundo menor, arruinan definitivamente su plan. “La gente es insensata, ilógica y egocéntrica. Quiérelos de todos modos. Si haces el bien, te acusarán de tener motivos egoístas. Haz el bien de todos modos. Las personas más grandes con las ideas más grandes pueden ser derribadas por las personas más pequeñas, con las mentes más pequeñas. Piensa a lo grande de todos modos. Lo que pasas años construyendo puede ser destruido de la noche a la mañana. Construye de todos modos”, dijo.

Murió con 85 años (19.1.2000), en soledad y desfigurada por el bisturí. En 1997 la Electronic Frontier Foundation concedió a Hedy Lamarr y George Antheil el Pioneer Award reconociendo su invento. George murió sin conocer su aportación a la tecnología, y Hedy rehusó ir a recoger aquel premio y otros como el “Bulbie” (primera mujer en recibirlo). Ya no hacía apariciones en público desde hacía tiempo, pero al otro lado de la línea telefónica, cuando se lo comunicaron, dijo con sorna, o quizás desesperanza o tristeza, It’s about time (ya iba siendo hora). Años antes había confesado a Fleming Meeks, periodista en Forbes, cuando este la comentaba su contribución a las comunicaciones actuales “me alegra no haya sido en vano”, con cierto deje de orgullo e indiferencia. Todo queda ahí, como la inutilidad de un gesto ya inoportuno y a destiempo. El reconocimiento por una acción relevante es vital para muchas personas, emocionalmente útil para la autoestima en algún caso, pero ha de manifestarse en el momento oportuno. Ella, imperturbable, sin la tiranía de la compasión ni esa pandemia del buen rollito sólo supo sonreír y tranquilizar su alma. La marginación había sido tan grande y duradera que la amargura u otras emociones parecían habitarla ya sin consuelo, pero aún con cierto sentido de humor. Así quieren pasar desapercibidos los rescatados, esos olvidados que vuelven a la memoria colectiva, donde el sentimiento de culpa es mayor que el de vergüenza, y donde algunos pretenden curar las heridas que el tiempo ya tapó. Ese It´s about time se asemeja un poco al más vale tarde que nunca o quizás al a mí qué me cuentas ya. Para los protagonistas, ¿qué sentido tienen los reconocimientos, homenajes y parafernalia póstuma? Como cuando se nos va un trabajador y luego decimos, joder pues sí que era bueno, ¿sirve de algo? ¿es que no sabemos distinguir y dar valor a lo que tenemos sin la pérdida? Los olvidados y rescatados están antes que los que no han sido descubiertos, que ya sabemos es cosa bien distinta. Descubrir es conocer algo hasta ahora desconocido, aunque puede referirse a un descuido. El olvido es que en algún momento se tuvo conciencia de algo, y ahora destapamos ese algo que estaba cubierto, o damos a conocer algo que no era público.

Desde 2005 el 9 de noviembre, su cumpleaños, está señalado como el Día Internacional del Inventor. Una de las muchas fechas con que cuentan estas personas, síntoma claro que más vale que sobren que no que falten.

Roberto García Casado (©) 2019
Director de Casado & López Consulting
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Publicado en Indicador de Economía _ Mayo 2019