Encontrar Guttenberg’s

Encontrar Guttenberg’s

Los negocios son riesgo e intuición, se construyen sobre ideas que buscan capital, pero ante el exceso de éste la guerra se sirve entre el mismo capital en busca de ideas, tal que existen más cazadores que emprendedores. Y ni una cosa ni otra precisan de patria.

Entre la nueva ola de disrupción que vivimos está la impresora 3D, que como sucediera con el invento de Gutenberg cambiará las formas de entendernos y conducirnos. Un tanto surrealista que de nuevo sea un tema de impresión. No cabe duda que la primera imprenta contribuyó a la aceleración del mundo. Un copista tardaba diez años en hacer una Biblia y Gutenberg vino a destrozar aquel mundo, sin importarle el reguero de replanteamiento en los puestos de trabajo ni en el resto de ámbitos. De siempre la sorpresa y la rapidez forman parte del manejo de los negocios y mercados, y el 3D aún busca más esa inmediatez y satisfacción. El yastá se sirve así, coge un fichero de la nube e imprímetelo tú mismo, comida, medicamentos, ropa, un tornillo, o hasta algún órgano humano!?

Las revoluciones tiran raya y suman, dejando fuera a quien sea preciso.
Johannes Gutenberg (1400-1468), el orfebre que se empeñó en acercar los libros a las masas, no deja de ser un emprendedor parecido a los de ahora, o a los de siempre. Cuenta con una idea que quiere desarrollar y persiste, ante los noes se crece, y carente de recursos cuelga el busco socio capitalista. En Estrasburgo ya empieza su fiebre y crea una startup con Hanz Riffe para desarrollar sus procedimientos secretos de impresión. En 1438, como si se tratara de ir a una segunda ronda de financiación, entran nuevos socios, Andrés Heilman y Andreas Dritzehen; pero esta empresa acaba sin resultados y en un mar judicial, y nuestro emprendedor marcha a Maguncia, con algunas lecciones aprendidas y manteniendo su idea fija. Un emprendedor de verdad lo es siempre, y en todo momento idea “cosas”, y quiere poner en práctica su visión. Lo lleva en la sangre, es tan humano que se aferra a la no abdicación hasta que todo está absolutamente perdido.

En Maguncia, Johann Fust le concede un préstamo, con la meta de publicar 100 Biblias en dos años, pero no calcula bien el tiempo que requiere su invento y se queda sin dinero, por lo que acude a una nueva ronda crediticia en 1452, y es el mismo Fust quien le sugiere entrar en sociedad. Ahí empieza a diluirse el capital y la propiedad del emprendedor. Si éste es un jugador de cartas que no puede esconder un as bajo la manga, que no se reserva y apuesta todo a una mano, el capital va machacando y añadiendo una carta sobre otra, intentando protegerse en todo momento. Así es que Fust vela por sus intereses y coloca a alguien de su confianza en la nueva andadura, Peter Schöffer, en quien delega la vigilancia y aprendizaje de aquel nuevo invento. Este se puso a trabajar codo a codo con Gutenberg, pero al cabo de dos años, vuelve a quedarse sin dinero. Estaba cerca de acabar la Biblia de 42 líneas que se había propuesto, pero Fust no quiere ampliarle el crédito y da por vencidos los anteriores, quedándose con el negocio y poniendo al frente a Schöffer, ducho ya en las artes de la impresión como socio-aprendiz. Nuevamente pleitea, y el mismo Schöffer, el 06.11.1455, presta juramento como testigo durante el proceso contra Gutenberg, dándole la estocada final. Careciendo ya de toda solvencia económica este emprendedor no sólo pierde su propia creación sino que se ve en la penuria, y subsistirá vendiendo su idea a cualquiera y luego por la gracia y ayuda del obispo de esa ciudad.

A partir de aquí la historia de esta startup es la de cualquier otro negocio floreciente. Como cualquier disrupción es siempre un amor inacabado, casi infectado y normalmente incompleto que se va rehaciendo a cada mejora añadida, y que catapulta a nuevas creaciones, así Schöffer contrata nuevos ayudantes y perfecciona la idea incorporando regletas, notas marginales, color, mientras que Fust se encarga de extender la red comercial.

Como en el caso de Gutenberg, siempre hay mucho en juego; y el capital, pues, sigue buscando Gutenbergs.

Roberto García Casado

Publicado en Indicador de economía, octubre 2016