Ser felices

Ser felices

Buscar el equilibrio es instintivo, pero a veces parece se nos olvide, de ahí que existan ahora tantas personas que nos recuerdan el tema de que seamos felices y de cómo enfrentarnos a la vida, a los miedos, a los éxitos, como un mantra bien pronunciado cada día 50 veces, orando hacia la meca de un gran YO, un yo que puede dirigir su propia vida, pleno de optimismo y sin estólidas actitudes. Si escuchas a un tipo que hable sobre esto, que los hay muy buenos, es que sales imbuido y convencido a gestionar tu cambio, y te preguntas: Pero qué demonios he hecho yo todos estos años con mi vida? Y según cómo, continúas tu camino iniciático enganchado a manuales de autoayuda, a chamanes, a lo que sea, y cómo no, a la red, que lo es todo (o casi).

Es fantástico, me libero de mis cadenas y hago lo que deseo, sin más. Hay que ser felices a toda costa. Parece ejercicio imperdonable que uno no mantenga la equidad entre el deporte, la familia, el trabajo, el ocio y los etcétera que queramos añadir, y eso justo nos hará ser más risueños, hasta mejor persona.

Si bien en parte las ideas no son nuevas (mens sana in corpore sano; se acuerda?), si acaso sí la forma de expresarlo, y el ritmo y anecdotario ensayado y particular que en el speech desarrolla cada hablante. Todo muy compacto y solvente.

Muchos son inspiradores, pero no debemos dejarnos sorprender por algunas de las ideas que anuncian. Ay!, y el equilibrio al final se encuentra o no, se puede o no, y con el tiempo ves personas creyentes que se encallan en su camino iniciático.
El pasado día escuchábamos a un ponente, y la gente nos reímos, porque no era foro para el crecimiento, aún así hemos de estar atentos. Al margen de poder malinterpretar algún tema, te puedes encontrar algún que otro cliché bien tramado que no has de creer ni practicar, como por ejemplo este que viene a expresarse como un adagio tal que así: “No dejes en herencia nada a tus hijos, quizás la formación, la educación,… pero de cosas de valor económico nada, púletelo antes todo tú”. Fantástico!; y miras a la cara de algunos y realmente se lo creen. Sin embargo el mensaje subyacente es endemoniado.

Si nos paramos a pensar, poco tiene que ver esta milonga con la inteligencia social, ni con ser felices, pero a lo mejor sí está calando en la cultura que tácitamente fomentamos. Es muy peligroso, y en un entorno empresarial más aún. Me explico, ¿es que acaso la preocupación de una generación por otra no forma parte también de la felicidad?, ¿existirían empresas familiares, si no dejásemos cosas económicas de una generación a otra?… ¿cómo evolucionaría la sociedad si cogiéramos esa máxima a palo seco?

Ligado al anterior, este otro: “Vive la vida, que pasa muy rápido; aprovéchala”, y claro púlete todo, no seas tonto, ¡es tan triste una vida con renuncias!. De acuerdo, pero ¿todos entendemos lo mismo por aprovechar?, y aunque tengamos una vida corta (comparada con qué?), en el fondo creemos que vamos a ser eternos, y es bueno que sintamos así. En el fondo es esto, creemos en la vida eterna, y dejamos cosas a nuestros descendientes porque creemos en ello, legamos algo que nos permita perdurar, que nos sobreviva, que haga la vida más cómoda a los que vienen, y nos sacrificamos “desaprovechando” parte de nuestra vida. De lo contrario, hubiéramos acabado como especie. O acaso hemos alcanzado ya el súmmun, y yo sin enterarme?

Imaginémonos plenamente imbuidos en la autonomía de las personas individuales, en la libertad más sacralizada, idealistas en todo, centrados en nuestra autorrealización personal, en la felicidad de uno mismo, en colocar el trabajo o el sacrificio en una altura equivalente a otras coordenadas como el esparcimiento y (lo que queráis), en atender por igual cada una de nuestras facetas (esta semana debo media hora de lectura, en el haber una más de deporte, en …ohh¡!!). Bien, no estaría mal. Pero ¿qué sucede si nuestros competidores (empresas) favorecen otras conductas y cultura diferente?, o mejor aún, si nuestros vecinos en bloque hacen otra cosa (quizás los orientales?)…; no sería de extrañar que así occidente –como concepto- se hunda en dos periódicos. Quizás seamos más felices así, sí, y nuestros hijos seguro que también, sí; o mejor se lo preguntamos de aquí a cincuenta años.

“La apelación a la conciencia individual fragiliza el poder de la norma colectiva”, nos avisa José A. Marina; y esto es válido no solo para temas personales, sino para los equipos, las empresas, las sociedades (naciones, culturas). Seguro que algunos chamanes comenzaran a cambiar determinados mensajes de su discurso; … o, ¿si a ellos les va bien, para qué?…

Publicado en Indicador de economía_marzo 2011