Mentiras, deseo y management

Mentiras, deseo y management

Las empresas mienten, y si no lo hacen deben aprender a hacerlo para sobrevivir. El mundo de la empresa es un mundo de mentiras, es el deseo transformador de la victoria, que aquí se llama Resultados. Si no los obtienes, y mejor a corto plazo, no eres la persona adecuada, o puede que no estés en la empresa correcta.

Estoy de acuerdo en que la estrategia no deja de ser un continuo engaño. En El Arte de la Guerra se puede leer: “cuando estés dispuesto finge incapacidad; cuando estés preparándote, finge ser pasivo; cuando estés cerca, simula que te alejas; cuando te aproximes, haz como que huyeras”. No obstante, estos son engaños medidos, digamos autorizados, y con los que ya contamos. Y si no lo haces bien, estás muerto.

Muchos creen que la teoría de la mentira es extensible al hablar de clientes. Como son lo más importante, y conscientes de que hemos de llegar a ellos y que son imperfectos, apelamos a sus deseos: tú te lo mereces, eres el mejor, déjate llevar, piensa en ti mismo…, y utilizamos tácticas a las que ponemos nombres que cautiven.

Otros creen que el mundo de la Organización Interna también es una gran falacia, o sea, que el comportamiento de las personas que habitan las mismas empresas es falso, o al menos mientras están ahí. El contagio de la mentira es pegajoso, lo sabemos. El deseo de mentir (y de mentirse) no se hace tan evidente en las actitudes, en las formas, o en el objeto de la mentira, como en la función de la misma, en su finalidad. Los managers mienten, imaginándose cosas , ocultando detalles, exagerando los acontecimientos o los pronósticos, al decir que ellos saben o hacen, mienten para ser aceptados en los núcleos duros, para evitar el castigo o la vergüenza, mienten para ser recompensados y mienten con el fin de desquitarse. ¡También los subordinados, faltaría!

Esto del deseo y del mentir parece funcionar generalmente así, primero haces, luego te resientes y auto-culpabilizas, y te perdonas fácilmente si consigues el fin. Engañarnos a nosotros mismos, auto convencernos, y creer en esa mentira que llevamos puesta con la elegancia de un sombrero, es lo habitual nos decimos. Tiene que ver sin duda con la vida de la sociedad, de las organizaciones, sus procedimientos y valores, y que se traduce en que “soy lo más malo que me deja la cultura y las normas de una organización». Nos comportamos de una determinada manera hasta que nos descubren en el deseo oculto y desacreditan, o nos infligen o amenazan con una sanción.

De pequeños ya mentimos, y a medida que crecemos en algunas personas no es que ese hábito se quede atrás, sino que se refina, y parece ser que cuanto más alto estás en una organización más se evidencia. Por supuesto que todos, en un momento dado hemos mentido, el problema es que se convierta en una costumbre. Pero hasta para mentir hay que tener talento. El Arte del Engaño constituye un desafío en sí mismo, ya sea por la naturaleza de lo que debe ocultarse o por lo que debe inventarse y recordar. No descifro todavía si el deseo de vivir vence, o es el deseo de victoria quien confunde.

Aportar visión, credibilidad y sostenibilidad a la empresa, se contrapone con la impostura de la mentira descubierta. La mentira juega choques extraños y habla sobre las personas y las marcas. Como que no encaja, y todos tenemos en la cabeza casos de empresas, situaciones y personajes. Por supuesto, la transparencia y la verdad también hay que saber conjugarlas estratégicamente y saber comunicar, también venden, fidelizan y atraen talento.

A lo mejor alcancemos internamente los no secretos y el manejo equitativo, pero la mentira seguirá jugando un papel ritual dentro del sacrificio en las organizaciones. Para las personas, se traduce en rumores emocionales, asesinatos del mensajero, chantajes invisibles, favores sin atención a resultados, consejeros independientes nombrados a dedo,… Todo esto no sabe de dimensiones temporales, de políticas, de aromas, y persiste en las organizaciones aún intentando ser ecuánimes, evidenciando que en cada una de las empresas existentes hay una cultura particular, una forma aceptada particular de mentir, y unos valores particulares con definición distinta.

 

Publicado en Indicador de economía, enero 2014