El esperpento y la empresa

El esperpento y la empresa

No son pocas las veces que haciendo un proceso de selección los mismos candidatos nos comentan que si se trata de esta o de aquella otra empresa no quieren ni oír hablar. <Yo ya sé lo que se cuece allí adentro…>. A mayor abundancia, en la línea de consultoría pasa otra cosa curiosa, por ejemplo en intervenciones en análisis de clima o de cultura o de asuntos semejantes, y pasa en el sentido de querer “huir” de la empresa, o te comentan <podría estar bien si no fuera por…>. Y esto es más importante en la vida de los negocios de lo que nos creemos ya que si no somos capaces de atraer y/o de conservar colaboradores con talento o con potencial y nos quedamos meramente con personas mantenedoras del status quo el resultado de estos negocios es predecible.

Una empresa es como muchas cosas en una misma. Max Estrella, personaje de Luces de Bohemia, de Valle-Inclán, nos puede hacer de guía en el cuadro que pintaremos (sfumato y sólo un trozo) gracias a sus referencias al callejón del Gato, calleja vecina a la Puerta del Sol de Madrid, donde existía un comercio en cuya fachada colgaban varios espejos deformantes. Valle-Inclán es la mejor máscara a pie que cruzaba la calle de Alcalá en palabras de Gómez de la Serna, y sin duda era un personaje riguroso en su trabajo y arrogante perseguidor de formas nuevas, lo último ya es algo positivo para trasladar al empresario. En todo caso su postura en y para todo era la postura de la estética, estoy convencido. En Luces de Bohemia, Max le dice a Don Latino, o sentencia: “los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”, también añade “las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas”. Hablamos de esperpento que, figurativamente, es una deformación sistemática de la realidad recargando sus rasgos grotescos, absurdos, soeces incluso. Esta visión charrinada degrada en la mayoría de las ocasiones con una carcajada o una pequeña ironía, pero oculta siempre otras realidades más crueles.

Una empresa es como muchas cosas en una misma. La estrategia nos determina lo que queremos ser, y esto en cierto modo es la imagen más bella que queremos plasmar y reflejar. Pero ¿qué sucede cuando intentamos comunicar esta imagen, cuando vamos hacia ese callejón del Gato con nuestras técnicas de marketing y otras? Con esto ya tenemos varios ingredientes, lo que deseamos y lo que comunicamos, y no nos cabe duda que ha de resistir el empaque. Pero es que aún podemos ser otra cosa diferente a los ojos de las demás personas y empresas o entidades o…, y es cómo nos perciben, o sea un tema de reputación, de marca, de imagen… Entonces caemos más adentro del embudo esperpéntico, en palabras de Max: “deformar la expresión en el mismo espejo que nos deforma”. Imaginemos una empresa que uno de sus valores sea el velar por el medioambiente, y efectivamente lo transmite en sus políticas de comunicación, pero es percibida por la sociedad como que sólo piensa en ganar dinero a costa de lo que sea, incluido degradar el medio (sea cierto o no). A simple vista, parece que aquí tenemos algún punto de desencuentro, ¿verdad?

Hasta ahora, parece que fuera de cara al exterior, pero aún podemos avanzar en esta espiral sistémica, hacia qué es lo que trasmite por ejemplo esa empresa en el tema de medio ambiente a sus empleados. Nos consta que es dentro de las mismas organizaciones donde se vive y se siente lo que realmente se es (valores), es decir son los mismos trabajadores quienes saben cómo es la empresa realmente –esto no deja de ser la Cultura empresarial, algo en lo que muchos empresarios y directivos ni piensan-, y esa vivencia, si lo traspasamos a como comienza el escrito, hace que viaje de unos candidatos a otros, de unos trabajadores a otros. Por experiencia, aseguramos que es increíble cómo viaja todo esto en un mercado laboral reducido como el del Camp de Tarragona, por más, escaso en muchos perfiles. Podemos tener una imagen muy buena de cara a nuestros clientes, incluso sin buscarla o sin tener un pensamiento estratégico para ello, podemos ser percibidos como un máximun, pero un negativo o revés pésimo de cara a los trabajadores que queramos captar, al talento que queramos tener. Esta situación también es reproducible en la retención de empleados, y más en empleados potenciales y estrella (curiosamente apellido de Max). El problema de no encontrar un candidato idóneo tiene graves repercusiones, lo que no implica que el tema de la rotación sea un asunto menor además de contar con unos costes asociados enormes, o lo que no implica que esa sensación se traslade a la sociedad donde operamos, o a los clientes con los que trabajamos, o a los proveedores…

Ante este cruce de caminos, ante qué es o parece ser la empresa, ésta sin duda juega sus bazas. Claro, como siempre primero de todo es enterarse de que tiene este tipo de problemas (gap) y querer hacer algo, sin duda. A partir de aquí sugerimos una pista, y es prestar especial atención a que exista una cierta coherencia en su pensamiento, sentir, hacer. A su vez, Vallé-Inclán en voz de Max, da otra: “La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es trasformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas”, ahí queda eso.

 

Publicado en Diari de Tarragona, suplemento de Economía y Negocios, 23 de mayo de 2004.